lunes, 3 de noviembre de 2014
CAPITULO 250
Brian no puede manejarlo. Sé eso. Dom es al menos el doble de su tamaño y dudo que la cara bonita de Brian haya recibido alguna vez un golpe decente antes.
Puedo odiar lo que Dom significa, pero tiene manos pesadas, le voy a dar eso. Pedro aprieta y afloja sus puños mientras reflexiona sobre lo que dije. Mi corazón late en mis oídos como un bombo. No soy en absoluto lo suficientemente grande como para interponerme entre Pedro y Dom, y no puedo detener a Pedro, aunque lo intente, pero estoy esperando que él no tenga tanto ingenio. Sé que ha estado bebiendo y sé que se pone un poco amplificado cuando bebe, pero necesita a escucharme.
―Te daré treinta segundos y luego voy para allá. ―Lanza su montaña rasgada sobre la mesa y se dispersa cuando se deja caer de nuevo en su asiento y se cruza de brazos con fuerza sobre el pecho. Sin perder un segundo, rápidamente me dirijo a la barra mientras Maca intenta liberarse de su agarre con una cachetada.
―Maca, ¿puedes decirle a tu hermano que busque el coche? Se está haciendo tarde y quiero irme a casa.
La mirada verde de mala muerte de Dom cae sobre mí, y con una sonrisa victoriosa, inmediatamente libera Maca.
―Gracias, estúpido ―le murmura antes de escabullirse e ir de vuelta con Pedro.
―¿Quién te crees que eres? ―le chasqueo a Dom, plantando mis manos en mis caderas―. No puedes ir por ahí tirando de la gente donde quieras.
Casi me río de mi estupidez de decirle a un luchador que no tire a la gente.
Todos lo hacen. Todos ellos rompen la regla de la burbuja personal, sin ni siquiera un lamento. Con la mayoría, es sexy, pero con Dom, es todo lo contrario.
―¿Celosa de la bebé Alfonso, cariño? ―Aprieta la tela de mi camisa y me tira más cerca, exponiendo la piel desnuda sobre mi vientre. Ahí va con esa mierda de tirón de nuevo―. No te preocupes, todo el tiempo que se lo haga voy a estar pensando en ti.
Yo arranco mi camisa de nuevo, creando espacio entre nosotros otra vez e incluso me las arreglo para hacerlo sin lucir impotente.
―¿Cuántas veces tengo que decirte que no me toques?
Sonríe.
―Hasta que, finalmente, ruegues que te toque.
Resoplo y ruedo mis ojos. ¿Me pregunto si puede oír lo estúpido que suena?
―Cuando el infierno se congele, ¿entonces?
―No tiene por qué ser tan larga la espera. Hoy funciona bien para mí, también.
Estrecho mis ojos.
―Estás fuera de tu maldita mente.
Me vuelvo sobre mis talones. Ya he terminado de bromear con él, eso me lleva a ninguna parte. Existe solo para cabrear a la gente y no lo ve, pero es un peón en el juego Matt Somers para aumentar su propio banco.
Apenas hago un paso antes que su mano grande y cálida arrebate mi muñeca.
―Dom ―oigo a Pedro gritar desde la mesa. También oí a Maca rogándole a Pedro que se siente. Unos golpes en mis oídos se intensifican, completamente ahogando la voz única de Brian. Tengo que salir de esto y rápido.
―Sigues jugando a este juego, bebé, pero sé que te gusto.
Puedo sentir la tensión sexual que irradia de tu pequeño cuerpo apretado.
Lo fulminó con la mirada.
―Tú, obviamente, nunca has experimentado la tensión sexual.
Dimes y diretes con Dom no son motivo para reclamar tensión sexual. He tenido tensión sexual, y confía en mí cuando digo esto no es nada. Cuando Pedro y yo estábamos llegando a conocernos el uno al otro, esa era tensión sexual. Aunque lo odiaba, quería comérmelo. Quería envolver mis piernas alrededor de él y lamerlo de pies a cabeza. No es así con Dom... con él mis entrañas se secan en el pensamiento de su boca en cualquier lugar cerca de mí.
―Crees que eres tan especial, ¿verdad? ―chasquea, soltando mi brazo―. ¿Crees que eres tan malditamente especial porque estás casada con ese… ese imbécil? ―Sacude la cabeza―. Quiero ser el primero en decir esto, no eres especial. Eres una puta, como todo el mundo.
―¿Una puta? ―Casi me río.
Asiente.
―No eres más que una caza fortunas, una puta chupa penes…
Aprieto la mandíbula y le doy un puñetazo. Lo golpeo con tanta fuerza que mi puño duele cuando cruje. Cuando conecto con su cara, el dolor se dispara a través de mi mano y directamente a mi codo. A lo lejos, oigo la alegría de Maca
Me dan ganas de gritar, de darle una patada por herir mi mano, pero me imagino que voy a parecer más ruda si solo aprieto los dientes y aguanto. Le pegué en la nariz y rápidamente se cubre con la mano, gimiendo como una perra.
―Vete a la mierda ―escupo con los dientes apretados.
Quiero gritar más cosas, insultarlo con todos los nombres horribles que he estado queriendo llamarlo durante meses, pero fuertes brazos me agarran antes de que tenga la oportunidad. Un cuerpo riendo duro tira de mí y no puedo verlo cuando soy izada y llevada fuera. Quiero verle la cara a Dom, quiero ver el daño que hice. Eso debería enseñarle a no faltarle el respeto a otra mujer. Al instante, hay una masa arremolinada de culpa en mi estómago, pero mi cerebro lo
contrarresta. He soportado un montón de su mierda mucho más de lo que debería y solo hay mucho acoso sexual que una chica puede tomar antes de que se ponga de pie por sí misma. Eso es lo que hice... Me puse de pie por mí misma.
Estrecho mi mano y me las arreglo para tirar mi cara del pecho de Pedro. Me mira, sonriendo ampliamente. Todos los rastros de su enojo anterior han desaparecido, reemplazados por la felicidad absoluta y el orgullo.
Mierda.
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