domingo, 2 de noviembre de 2014
CAPITULO 248
Pronto después de la partida de Brian, Maca se desliza de la cabina para repartir tarjetas de negocios y camisetas gratis.
La observo cuando se relaciona con la multitud. La banda es afortunada de tener a mi hermana. Ellos no serían capaces de conseguir la mitad de las actuaciones en las que salen sin la ayuda de su cara bonita.
Dejo la piel del limón en la mesa y exhalo. Estoy listo para irme ahora. He tenido demasiadas bebidas y hay escalofríos familiares en mi estómago que se extienden a mis manos... es la misma sensación que consigo cuando siempre bebo, la sensación que me urge a golpear o fastidiar algo. Mi cabeza gira y mi boca se entumece, pero Paula ha tenido de alguna manera demasiada diversión para querer volver a casa ahora. Solo hemos estado aquí una hora y ella parece bastante interesada en la banda para querer ver el resto de su conjunto.
Desafortunadamente para ella, no creo que tenga el estómago para sentarme a través de otra canción.
Me muevo más cerca de Paula, sabiendo exactamente cómo conseguir su atención. Descanso mi brazo a lo largo del respaldo de la cabina y recorro mi dedo índice en suaves círculos sobre su hombro. Su postura se endereza y angula su cabeza, sus labios fruncidos cuando intenta duro no llegar a parecer impresionada.
―Sé lo que estás haciendo y no va a funcionar.
Levanto mis cejas, fingiendo sorpresa.
―¿Yo? No estoy haciendo nada.
Paula se inclina más cerca, tan cerca que siento su respiración en mi oído.
Alfileres fantasmas y agujas fluyen de las puntas de mis dedos y arden con la urgencia de tocarla.
―No voy a dejarte seducirme en la fiesta. A partir de este momento, y para el resto de la noche, estoy declarando mi cuerpo una zona a la que no hay para ti, señor Alfonso.
Me aparto, sonriendo.
―No podrías resistirme incluso si lo intentaras.
Sus cejas se arquean. Odia cuando la reto.
―¿Oh sí?
Asiento, sintiéndome tan confiado como siempre. No puede resistirme, hemos jugado esto demasiadas veces y aun así termino arriba, en ambos sentidos.
―Soy bastante capaz de resistirte. ―Se mueve en su asiento, girándose de vuelta hacia mí―. Solo observa.
Ignorándome, observa la banda. Me inclino hacia ella y acaricio su cabello chocolate sobre un hombro. Su olor corporal de uva mezclado con el champú de granada, se filtra a través de mi nariz. Mi cerebro gira en mi cráneo otra vez y otra urgencia comienza a construirse en el hoyo de mi estómago, si la urgencia es una de excitación o la aceptación de un reto está más allá de mí. Arrastro mi labio
sobre su hombro, acercándome a la base de su cuello.
Siento la carne de gallina explotando sobre su piel y sonrío contra su suave carne.
―Quiero ir a casa ―digo, rodeando su cintura con mi brazo―. Ahora.
Sacude su cabeza, pero de otra manera me ignora. La empujo hacia atrás, casi a mi regazo. No me gusta ser ignorado. Es una sensación extraña, una a la que no estoy acostumbrado.
―Es gracioso ―le digo―. ¿Crees que te estoy pidiendo permiso?
Dejo caer mi boca de vuelta a su hombro, todo mientras la sujeto tensamente por la cintura, su espalda en contra de mi torso. Se siente bien y yo estaría tan duro como una roca si no fuera por la voz de mierda de Brian en el trasfondo.
Quiero irme. Deslizo mi mano debajo de su camisa y la deslizo a través de su firme y caliente ombligo. Siento sus músculos apretarse y relajarse, tensos y suaves todo en sincronía con mis labios. Después de una pequeña eternidad, gira su cabeza, mirándome desde su hombro. Su boca llama a la mía, acercándome,como una polilla hacia una lámpara. Sus labios rozan la esquina de los míos y ella
arrastra una inhalación a través de su nariz, antes de soltarla lentamente.
―Tú ganas ―dice―. Vamos a casa.
Lucho una sonrisa arrogante. Una acaricia sugestiva de mis labios fue todo lo que tomó para que la victoria fuera mía.
―¿En la ducha y ahora en un bar público? ¿Alguna vez paran?
Me congelo cuando la voz “vil” de Dom detiene sus labios.
Debajo de mi mano, el estómago de Paula se tensa.
―Medio esperaba ver una tribu de niños siguiéndolos alrededor por cuan frecuentemente ponen sus manos sobre el otro.
Se desliza de mi regazo con una pesada exhalación. Angulo mi cuerpo de vuelta hacia la mesa y agarro el posavasos más cercano. Me distraigo de su fea cara golpeteando con mi dedo al ritmo de la música que no me gusta. No puedo dejar el bar ahora... Dom pensará que estoy huyendo de él.
―Siempre es agradable verte, Dom ―dice Paula inexpresivamente, mira alrededor de él y hacia la banda.
―Cosa graciosa ―dice, ignorando su rechazo obvio.
Lo miro en su blanca camisa y pantalones ajustados negros.
Es un ser despreciable de grado A, eso es seguro.
―No es la primera vez que he oído mi nombre y “placer” en la misma frase.
Aprieto mis dientes y rompo el posavasos en la palma de mi mano. Mi imaginación va incontrolada cuando me imagino a mí mismo pateando a esta mierda. Me imagino arrastrándolo sobre el escenario y tirándolo hacia Brian, también. ¿Cómo es el dicho? ¿Dos pájaros con una piedra?
Paula se ríe una vez.
―No cuenta cuando tú lo dices para ti mismo. Ahora vete, estamos intentando ver a la banda.
Con un golpe de sus palmas y una sonrisa traviesa en mi dirección, camina hacia la barra con uno de sus chicos a remolque. Toma mucho esfuerzo por mi parte quedarme sentado aquí y no hablarle. Quiero hablarle, castigarle por ser un perdedor, por no traer nada al deporte excepto la cobardía y la deshonestidad. Si alguien como Dom es lo que admite la MMAC, entonces ¿por qué me esfuerzo tan duro en ser parte de ello? No soy un ángel, pero soy directo. Lo que ves es lo que consigues. No intento ser amable o jugar con la gente contra otros... Matt Somers necesita darse cuenta que soy un adulto, no un niño al que puede manipular.
―¿Quieres ir a casa? ―murmura Paula cuando Dom no está mirando.
Sacudo mi cabeza. No puedo digerir el pensamiento de Dom creyendo que me afecta. Necesito quedarme aquí... probarme que él no puede meterse en mi cabeza. Antes de que el padre de Paula muriera, me dijo que “nadie puede
molestarte a menos que les dejes”. Así que me dije a mí mismo una y otra vez, Dom no me molesta. No me molesta.
Desgarro el posavasos en diminutos trozos y los tiro
en la mesa. Inhalo, ignorando la manera en la que la sala gira, luego exhalo. Si Dom se queda en su lado del bar y lejos de mí y Paula, estaré bien. Pero si incluso da un simple paso más cerca de nosotros, no seré responsable de mis acciones.
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