Veo la casa gigante y de aspecto de arenisca de Vanesa en la distancia mientras conducimos por su calle. En el momento justo Luciano el bello durmiente bosteza,despertando de su muy larga siesta.
―¿Estamos aquí ya, huh? ―La voz de Luciano es ronca por el sueño.
Abro mi boca para contestar, pero los distintivos ruidos de besos y risas tontas me detienen y hago rodar mis ojos. Si hay una cosa que no extrañaré de este viaje son las largas sesiones de besos entre Vanesa y Luciano. Jesús. ¡Esto es de nunca acabar! Afortunadamente, nos detenemos frente a la casa de Vanesa.
―Te llamaré ―me grita Vanesa mientras sale y Luciano la sigue.
Directamente en frente del auto prácticamente follan entre sí como despedida y gimo, lanzando mi cabeza de vuelta contra el asiento.
―Tú debes ser verdaderamente feliz de estar lejos de esto. ―Pedro se ríe, reclinándose en su asiento.
―No tienes ni idea.
Su mano se curva alrededor de mi muñeca y la hala a sus labios, besándola suavemente. Sus labios están sorprendentemente cálidos sobre mi piel y hormigueos estallan en mi estómago.
―Cuando terminemos aquí vamos a pasar por tu casa, conseguir ese anillo y devolverlo a ese tipo de mierda.
Inclino mi cuerpo hacia él.
―¿Detecto celos? ―bromeo.
Él ríe contra la palma de mi mano.
―¿Celos? No ¿Posesión? Tal vez. Si alguien va a comprarte cosas en bonitas cajas rojas, soy yo.
Tiro mi mano hacia atrás.
―Gracias, pero no necesito que me compren cosas para ser feliz. Ramiro parece pensar que lo hago, pero eso solo refleja lo poco que en realidad sabe de mí.
―¿Y qué necesitas para ser feliz?
Me siento un rato mientras pienso. Nunca me han hecho una pregunta así antes. Meto un mechón de mi cabello detrás de mi oreja antes de hablar.
―Quiero lo que todos quieren, supongo. Salud. Amigos leales. Amor. No sé…
Él me sonríe con satisfacción, sus ojos brillando con admiración.
―Si escogiera algo materialista, elegiría un baño.
―¿Un baño? ―repite, casi risueño.
―Sí, un agradable baño de espuma caliente. Han pasado años desde que he tenido uno.
Él deja caer mi mano y pasa sus dedos por su cabello.
―Eres tan buena que ni siquiera puedo manejarlo.
―¿Soy buena? ―me mofo, casi ofendida. Nunca me han llamado buena antes―. No soy buena.
Se extiende a un lado para apretar mis mejillas ya rosadas y le doy un manotazo alejándolo.
―Bueno, ¿a dónde ahora? ―pregunta Luciano,deslizándose atrás en el auto y cerrando de golpe la puerta detrás de él. Su rostro se interpone entre nuestros asientos y lo miro. Cuando pienso en ello,Luciano y Vanesa lucen muy similares. Su cabello es un poco más oscuro, pero ambos tienen los mismos ojos verdes y la estructura facial, afilada y angular.
―Vamos a pasar por la casa de Paula y recoger algo para dejárselo a su ex ―le dice Pedro a Luciano como si no fuera gran cosa.
―¿Vamos? ¿Estás seguro que esa es una buena idea?
―No ―declaro firmemente.
―Sí ―contesta Pedro sobre mí―. Creo que es una muy buena idea. Su ex es un cretino.
Luciano se inclina hacia atrás en el asiento y su obvia desaprobación pende de un hilo, haciéndome sentir incómoda.
―Mayor razón para no ir ―contesta.
―Eres más que bienvenido a caminar a casa ―dice Pedro, saliendo a la carretera.
―Pedro…
―No ―interviene Luciano―. Te acompaño, solamente no hagas nada estúpido
No hay comentarios:
Publicar un comentario